La literatura a ambos lados del Estrecho:
Mohamed Chukri y Montero Glez
Mercedes Juliá
Villanova University
Emigrantes marroquíes en España
Hay un
asunto que viene interesando en los últimos años, y es el de cómo evaluar las
obras de autores provenientes de culturas y tradiciones literarias
diversas. Este tema preocupa particularmente porque, debido al fenómeno
de la globalización, las novelas de autores orientales y africanos son cada vez
más conocidas en occidente y estudiadas junto a otras que forman parte de la
tradición literaria de Europa y América. No obstante, las inquietudes y
forma de narrar de escritores provenientes de estas otras tradiciones literarias
son de índole muy diferente a las de los escritores contemporáneos
occidentales, y ello da lugar a ser mal interpretados y encasillados junto a
artistas que se perciben atrasados comparados con el canon occidental.
Para entender esta situación, quisiera tomar como
ejemplo a dos escritores recientes, interesados ambos en temas similares,
aunque cada uno de ellos haciéndolo desde vivencias y tradiciones literarias
distintas: me refiero
al autor marroquí Mohamed Chukri,
fallecido en diciembre 2003, y autor reconocido en el mundo árabe por sus
novelas testimoniales, y Montero Glez, escritor
español actual, cuya excelencia literaria lo ha hecho sobresalir de entre los
artistas de su generación.
Chukri y Montero Glez
compartieron una misma preocupación por la clase indigente y una misma actitud
de desenfado y rebeldía contra las injusticias cometidas hacia los faltos de
recursos. Mohamed Chukri
utilizó su novelística mayormente para dar testimonio de su vida personal y la
del grupo con el que la compartió, denunciando así las faltas de la sociedad
para con los pobres.
Montero Glez quiso
conocer de cerca los problemas de los marginados sociales, para lo cual ha
vivido y continúa viviendo entre ellos en los barrios apartados de Madrid y
Tarifa. Barrios de personas destituidas, acostumbradas al crimen y las
drogas. Los personajes de sus novelas son solitarios que provienen de culturas
distintas, y ni se entienden entre sí, ni se identifican con ningún
grupo, sino que luchan cada uno por su lado por sobrevivir. Las diferencias de
perspectiva y las tradiciones y vivencias sociales, políticas y culturales de Chukri y Montero Glez obviamente
influyeron en sus novelas y son éstas
diferencias las que quisiera estudiar aquí hoy. En última instancia lo
que pretendo al presentarlos juntos es entender la obra de estos dos autores
como paradigma de tradiciones literarias diferentes, para aprender así a
distinguirlas y apreciarlas.
Es importante resaltar que las novelas de Mohamed Chukri son conocidas en
el mundo occidental gracias a las traducciones a idiomas diversos que se han
venido realizando en los últimos años. Su primera novela Al-Khubz Al-Hafi fue traducida
al inglés por Paul Bowles
con el título For bread alone
(Sólo por pan). Apareció en inglés en l973, diez años antes que en
su idioma original, el árabe clásico, en el que fue publicada en l982, después
de haber sido rechazada por varias casas editoriales. El papel de Paul Bowles más que el de un
simple traductor, fue el de un editor o segundo creador, que al traducir la
novela intentó re-escribir el original cambiando ligeramente algunos episodios
y suprimiendo otros, para que así pudiera ser apreciada dentro del canon
occidental.
Nirvana Tanoukhi[1]
ha mostrado por medio de ejemplos sacados del original árabe, cómo Paul Bowles en la traducción de
la obra de Chukri al inglés eliminó las alusiones
políticas del original, con el fin de convertir For
Bread Alone en un texto tercermundista que
entrara dentro de las expectativas académicas de occidente. Dichas expectativas
consisten principalmente en ensalzar a los marginados e indigentes del mundo e
incluirlos dentro de la diversidad postmoderna. Esto, como explica Tanoukhi, puede advertirse desde la traducción misma del
título del libro. Mientras que en el original árabe el pan es
“descalzo,” “desnudo,” o “pan solo” como diríamos en español, alusión a
las personas que únicamente pueden permitirse si acaso comer pan, el título en
inglés “sólo por pan” elimina las implicaciones políticas, limitándose a
presentar la vida de una persona sin recursos dentro de un mundo culturalmente
distinto por primitivo.
Al contrastar las versiones en árabe e inglés del
libro de Chukri, como ha hecho Tanoukhi,
las omisiones de Bowles sutilmente insinúan el
enfrentamiento entre dos culturas y dos puntos de vista a los que vengo
refiriéndome: el del mundo occidental e imperialista donde todo comentario
político es visto con indiferencia, y el del resto del mundo sometido a
ese imperialismo occidental, y donde los abusos económicos y sociales deben y
son denunciados.
Así por ejemplo, en el original árabe, la
sexualidad, las drogas y el despecho son, por lo general, respuesta al
mundo de miseria en donde se encuentra sumido el protagonista, mientras que en
la traducción de Bowles, las escenas sexuales son
narradas independientemente de otras escenas donde el abuso físico y la falta
de medios predominan.
No quiero entrar aquí en detalles porque
constituiría el tema de otro artículo, baste decir a grandes rasgos que Bowles eliminó de su
traducción algunas frases de la novela de Chukri,
donde la relación entre sexualidad, miseria y miedo eran
evidentes y donde la opresión de los colonizadores era condenada. Pondré
sólo un ejemplo y remito a los lectores interesados al artículo de Tanoukhi que estudia ampliamente este tema. He aquí
mi ejemplo: La primera
experiencia sexual de Mohamed en El pan desnudo
ocurre en compañía de su amigo Tafersity. Mohamed encuentra a Tafersity
destrozado a causa del suicidio de la familia de su tío. Tafersity le explica:
“Pasaron muchos días sin comida. No quisieron pedirles nada
a sus vecinos. Así que construyeron una barricada dentro de su casa con
rocas y hormigón y se encerraron hasta morir” (Khubz,
39). Los dos amigos pasan la noche bebiendo y llorando la muerte de la
familia. Más tarde cuando aún bebidos no pueden ignorar su angustia,
visitan un prostíbulo para intentar olvidarse de su desgracia. En la
traducción de Bowles este pasaje en el que Tafersity relata la desgracia de la familia de su tío ha
sido eliminado y consecuentemente la conexión entre el hambre/la muerte, la
bebida y la visita de ambos al prostíbulo, no existe en la versión inglesa.
En el libro The View from Within,
el mismo Chukri comentaba que las escenas inmorales
descritas en El pan desnudo van en busca de la moralidad y de los
ideales:
Mis personajes no están contentos con su
inmoralidad; ellos no se regocijan de la corrupción cuando están obligados a
actuar de forma corrupta a causa de la opresión social. Sus vidas han
sido alteradas y como consecuencia han perdido sus valores humanos. Mi
vida entre ellos es emblemática: Yo me eduqué y luego hice de mi educación mi
profesión. Usé mis escritos para protestar contra la explotación opresiva
de mis gentes. Es un intento de arreglar las cosas sin importarme si gano
o pierdo. (Ghazoul and
Harlow, 223, cit. Tanoukhi, 139)
Bowles desconectó el erotismo del protagonista con su
vida pobre y miserable, mostrando de esa manera cómo el sexo, la droga y las
bebidas alcohólicas son placenteras
aún para las personas destituidas. Esta fragmentación de las causas por
las que actúan los personajes de la obra de Chukri en
inglés concuerda con las ideologías y trayectorias literarias de ambos
escritores. Bowles situó la traducción del Pan
desnudo dentro del mundo diverso de la postmodernidad
donde el sexo y la miseria coexisten junto con la riqueza y la moralidad
burguesa. Chukri, por otra parte, creía y usaba
el lenguaje como vehículo para representar directamente las injusticias que él
mismo había experimentado a lo largo de su vida. Cualquier novela proveniente
de una cultura en desarrollo, dice Fredric Jameson,
proyecta una dimensión política y social que se advierte en
los temas que trata, y en un significado alegórico que puede sustraerse del
texto mismo. Esto conlleva un tipo de nacionalismo que ha sido
eliminado de las obras literarias de las culturas ya desarrolladas. La frescura
de la información y el interés social que las obras no occidentales suscitan en
un lector de esa misma cultura son elementos con los que un lector occidental
no puede identificarse. (Jameson, 65)
Esta diferencia entre culturas podrá apreciarse
mejor al contrastar la narrativa de dos escritores muy distintos: Chukri
y Montero Glez. El autor español recrea en sus
dos novelas, Sed de champán (1999) y Cuando
la noche obliga (2001), el mismo mundo de pobreza y corrupción
en el que se mueven los personajes de Mohamed Chukri, y la misma actitud de desenfado por los abusos del
mundo imperialista. Esto puede verse en el contenido de sus
novelas, y también en las entrevistas que le han hecho, donde abiertamente ha
señalado que es un comprometido con la realidad: “No sé para quién escribo, pero sé contra
quién escribo, y escribo contra los dueños de la realidad y de las fronteras. .
.” (13).[2]
Los barrios periféricos de las ciudades donde los
emigrantes destituidos se aglomeran, es un problema candente que viene
afectando a los países desarrollados en años recientes, y es el tema que
concierne a Montero Glez. Sus personajes son
marginados por partida doble: por no tener recursos económicos, y por encontrarse
inmersos en una cultura que les es desconocida. En su ciudad adoptiva se
convierten en víctimas de todo tipo de abusos, dedicándose ellos mismos a
hacer trabajos ilegales e inmorales con tal de sobrevivir.
No obstante, lo que sobresale en la narrativa de
Montero Glez no es únicamente la habilidad de este
escritor para plasmar ese sub-mundo, apreciable en
cualquier ciudad moderna, sino que consciente a las propuestas de Jameson, debe hacerlo desde el canon literario
occidental mismo, aportando una forma de narrar que puede ser valorada y
respetada por los lectores de esa tradición.
Autores y críticos españoles como Arturo Pérez
Reverte y Ricardo Senabre entre otros han apreciado
en la narrativa de Montero Glez abundantes ecos de
los grandes autores clásicos hispanos y europeos, tales como Valle-Inclán, Cela, García Márquez y James Joyce,
por citar a unos pocos. La descripción rápida y certera de los personajes
por medio de sinestesias, imágenes y neologismos para describir lugares y personajes
recuerdan el arte de Valle-Inclán.[3] El narrador de Sed de champán describe así al protagonista: “Su andar, burlón
de gracia y chiste, tiene eso que llaman guapura y que tantos suspiros
obliga. Los zapatos van lustrados y arrojan un soniquete que preña de
ecos lo oscuro, que nos anuncia su salvaje cercanía. También su turbio
origen” (Sed de champán, 11). Con estas
pinceladas fugaces nos presenta Montero Glez a un
tipo muy parecido a otros personajes literarios conocidos, como Antoñito el Camborio del
Romancero lorquiano y como Antoñito, Charolito es
ambicioso, orgulloso de su linaje y dispuesto a ser el mejor gitano de todos,
para lo cual está dispuesto a matar a quien sea y a morir joven con tal de
defender su honor y su “dignidad.”
Otro rasgo de la prosa de Montero Glez es el juego de narradores y la novela dentro de la
novela. El protagonista Charolito seduce a la Carmelilla
contándole las peripecias de su vida como si las realizara otro, Emilio
Mostaza, un doble que se inventa. En Cuando la noche obliga existe
también este juego de la novela dentro de la novela, que es contada por uno de
los personajes, el Luisardo. La doble trama en
las novelas de Montero Glez, nos recuerda a Unamuno, Cela o al mismo García Márquez en su arte de
contar historias. El uso del tiempo en la acción narrativa, que se mueve
constantemente de delante hacia atrás y viceversa, es como en tantos autores
reconocidos desde Joyce hasta Muñoz
Molina.
En otras palabras, Montero Glez
se expresa desde la literatura misma, con un estilo que es a la vez original y
lleno de ecos de la tradición literaria. La abundancia de imágenes
precisas, el modo de narrar conciso y rebelde, el ritmo vertiginoso en donde se
desarrollan los acontecimientos, el humor de algunas expresiones conocidas y
transformadas, la creación de personajes sólidos e inolvidables y la
complejidad de la trama presentada, son algunos de los rasgos que sobresalen en
las novelas de este autor.
El resultado es asombroso. Por una parte la
sordidez de los temas sume a los lectores en el mundo de la miseria, el crimen,
el erotismo y la muerte, pero por otra, por un milagro del lenguaje, ese mismo
mundo queda transformado en una experiencia estética memorable. Algo
parecido a lo que pasa al contemplar las pinturas negras de Goya, el mundo
sórdido del Tirano Banderas, o el de Antoñito
el Camborio lorquiano. Pero con la variante de
que estos barrios presentados en las novelas de Glez
existen tal cual están descritos. Sed de champán
se sitúa en La Rosilla, “una barriada maldita” en las afueras de Madrid: “un borroso barrial grabado
a pinchazos” (Sed, 75). La acción en Cuando la noche obliga
pasa entre Madrid, Tarifa y Marruecos. Los personajes son muy
parecidos a los que viven en los barrios destituidos; su vocabulario es
limitado, abundante de palabrotas, erotismo y violencia, como la que puede
oírse hoy en día en las calles de cualquiera de estos arrabales. El hecho
de recrear en las novelas el fenómeno actual de la emigración con los problemas
que ello suscita, intensifica la experiencia literaria, la cual es al mismo
tiempo testimonio social y mensaje político. Esto porque por una parte la
obra sumerge al lector en una realidad sórdida y apartada del mundo guapo
burgués de los barrios pijos, y por otra, ese mundo
expresado en la novela queda transformado por obra de las técnicas de
composición y la narración misma, proporcionando gran satisfacción y consuelo
en un aprendizaje doble, cultural y literario. En otras palabras, la denuncia
política existe en la obra de este escritor, pero queda solapada y respaldada
por la experiencia estética y de esa manera es apreciada y aceptada por los
lectores occidentales.
Comparadas con los textos de Montero Glez, las novelas de Chukri son
más sencillas. Hay una sola trama lineal y cronológica y los personajes
todos reales, comenzando por el mismo Mohamed Chukri, cuentan sus propias experiencias. Las frases
cortas y descriptivas van dando a conocer las penurias y el esfuerzo
constante por cambiar la suerte. La sordidez y verdad de las experiencias
descritas no necesitan pericias literarias. Chukri
con su vida y su habilidad de escribirla le prestó su voz a todos los
destituidos del mundo, mostrando a la sociedad pudiente cómo se sienten millones
de personas que no tienen cubiertas las necesidades básicas de comida, techo y
dignidad. La lectura de las novelas de Chukri son impactantes en occidente como
testimonio de las miles de personas calladas con los cuerpos desfigurados por
la falta de alimento y ropa que estamos acostumbrados a ver diariamente en las
noticias de la televisión.
Es por otra parte asombroso que a pesar de tantas
carencias, a Chukri no le faltase fortaleza para
luchar contra las injusticias, y lo que es aún más sorprendente, para apreciar
la belleza que le rodeaba. Esto se observa en las descripciones de
personas y lugares, y en la forma de seleccionar el material y contar la
historia de su vida. Voy a mencionar dos momentos que muestran lo que
acabo de decir. El primer ejemplo señala la capacidad lírica de este
autor, que como los grandes poetas, supo valorar y reconocer las cosas hermosas
de su entorno.
En su novela, Rostros, amores, maldiciones se
compara Chukri con una flor del parque, pasaje que
recuerda a otro de Juan Ramón Jiménez, quien en Platero yo le dedicó un
apartado a “La flor del camino.” Juan Ramón describe la belleza de una florecilla que pasa desapercibida de todos menos de los
poetas como él que quieren que sea eterna por milagro de la escritura.
Para Chukri la flor del parque era bella pero no
servía para nada porque no tenía olor. Chukri
se compara con esa flor porque, como ella, se sentía sólo y sin razón para
existir. Así dice:
Allí estaba yo completamente solo. La luna
seguía escondiéndose entre las nubes y luego reaparecía. Al andar por el
parque municipal me agaché para coger una flor blanca; era muy bonita pero no
olía a nada. Una belleza perdida. Una flor sin olor. Por eso
es por lo que nadie la había cortado todavía y se había quedado allí
creciendo. Al final se marchitaría y moriría o sería pisoteada.
Aquella noche, sentí que yo no tenía nada que perder, que era como aquella
flor, pensé mientras la estrujaba entre mis dedos. Podía dormir allí o en
cualquier otro sitio. (Streetwise, ll . Mi traducción)
El
otro ejemplo es distinto y muestra la capacidad del autor marroquí para
entender la situación de los pobres del mundo y su actitud rebelde y
desenfadada hacia las instituciones y las leyes establecidas que la ignoran.
Me refiero a ese pasaje en el que Mohamed casa a dos
mendigos y les proporciona una licencia de matrimonio que él mismo se inventa: “Yo no conocía ninguna ley
que me prohibiera hacer lo que estaba a punto de hacer. Y de todos modos,
me dije, la pobreza está por encima de cualquier ley. ¿Y por qué no
he de hacerlo yo en el nombre de Allah?” (Streetwise, 59. Mi traducción).
La frescura de la narración proporciona un impacto inmediato que transmite al
lector sensible un mensaje desolador y directo.
He señalado a grandes rasgos la lucidez y capacidad
de dos artistas extraordinarios. Uno, Chukri,
sencillo, claro, lleno de lirismo y de verdad, con una actitud de desenfado
hacia la arbitrariedad de la moral capitalista y con un mensaje de denuncia y
condena hacia las injusticias que padecen los pobres. Otro, Montero Glez, igualmente preocupado por esta problemática y
escribiendo dentro de la tradición literaria de occidente. Al evaluar
estas obras, la solución no está en transformar la obra de Chukri
para que ésta sea aceptada en occidente. Tampoco está en ignorarla por juzgarla
atrasada con respecto a las obras establecidas y aceptadas por el canon
occidental. Más bien se trata de entender y apreciar la literatura de
cada pueblo o país, partiendo del conocimiento de su historia.
En términos generales, las obras de ficción
provenientes de tradiciones no occidentales llevan consigo una lucha a muerte
con las culturas imperialistas. Dicho conflicto cultural, como señala Jameson, es en sí una reflexión sobre la situación
económica de cada una de esas culturas dentro de los diversos estados del mundo
capitalista (Jameson, 68). Las obras de ficción
de los países en vías de desarrollo son nacionalistas y alegóricas, al mostrar
dos niveles: el del mundo
de los personajes que en sí es representación de la sociedad entera, y el de
dicha sociedad, examinada con respecto al mundo imperialista dominante.
La obra de Chukri entra dentro de estas
características, como él mismo explicó a Javier Valenzuela: “Yo estoy comprometido socialmente. Me
inclino a defender a las clases marginadas, olvidadas y aplastadas.” Chukri estaba convencido de que la democratización de la
escritura era prerrequisito para la descolonización a nivel cultural y
económico. Por eso escribió con un estilo que algunos denominaron “nuevo
realismo” y que consistía, según palabras de Al Nowaihi
en unir lo estético y lo ideológico, a la vez que aspiraba alcanzar una visión
de esperanza hacia su sociedad. La historia contada en El pan desnudo
y en Tiempo de errores y Rostros, amores, maldiciones tienen como
trasfondo una comunidad unida como nación no por raza o religión, sino por una
experiencia compartida de colonialismo cultural y económico. El mismo Chukri definió su autobiografía como un proyecto
comunal. En una entrevista para el periódico Alif
dijo que su autobiografía era más un documento social que una obra de
arte:
Lo que quiero decir es que intenté crear un proyecto
que fuese testimonio de un grupo social en el que yo y mi familia estábamos
incluidos. Una obra de arte, ya sea novela, relato corto, drama teatral o poema
es más condensada y simbólica. En otras palabras, requiere que el
escritor se aparte de los eventos que él describe. Esto no significa que una
autobiografía no pueda aspirar a ser arte. Lo hubiera sido si yo hubiese
escrito con una orientación intelectual donde los niveles psicológicos y 1,2,3,filosóficos
estuviesen fusionados… En mi autobiografía, sin embargo, no llené a mis personajes
(incluyéndome a mí mismo) con dimensiones culturales, excepto si ello era
aplicable dada sus simples condiciones sociales. (Ghazoul
y Harlow, 220. Citado por Tanoukhi,
p. 132)
Lo que pierden los personajes de Chukri en
sofisticación lo ganan en fuerza y verdad.
Los personajes de Montero Glez
sí tienen esa dimensión cultural, aunque les falta la actitud de solidaridad y
empatía con el grupo, que observamos en Chukri.
El mundo capitalista desde donde escribe el autor español exige que sus
creaciones se rijan por lo que impera en los barrios marginados, que no es
precisamente la solidaridad hacia otras personas, sino más bien la soledad, las
drogas y el crimen, y donde tanto trama como personajes se mueven por
laberintos despiadados, físicos y psicológicos.
Como toda comparación es odiosa, lo que intento aquí
no es precisar cuál de los dos escritores es mejor. Se trata de dos
formas de expresar unas mismas intuiciones y condenar al mundo imperialista que
es indiferente a las injusticias. Para concluir quiero resaltar que
la manera de escribir está sujeta a una tradición ya establecida dentro de un
momento histórico preciso y es por eso por lo que un autor puede y debe
rebelarse directamente contra la sociedad, mientras que otro en otra sociedad
y/o momento distinto tiene que hacerlo por medio de símbolos y estructuras
complejas para ser tomado en serio. Lo que es fundamental para valorar a
cada uno de estos artistas es el conocimiento de su contexto cultural y
político, sus trayectorias, y sus circunstancias particulares. Sólo de esa
forma podremos apreciar el arte de cada uno de ellos, sin tener que
justificarlo, cambiarlo, o ignorarlo por diferente.
Notas
[1]“Rewriting
Political Commitment for an International Canon: Paul Bowles’ For Bread
Alone as Translation of Mohamed Choukri’s Al-Khubz Al-Hafi” Research in
African Literatures, Vol. 34, no. 2 (Summer
2003):127
[2] Entrevista con la
profesora Nuria Morgado en el verano del 2004, aún
inédita.
[3] Así dice el
narrador en Tirano Banderas: “El tirano, sentado en el poyo miradero de
los frailes, esparcía el ánimo cargado de cuidados: Sobre el bastón con borlas doctorales y puño
de oro, cruzaba la cera de las manos: En la barbilla, un temblor; en la
boca verdosa, un gesto ambiguo de risa, mofa y vinagre.” (Madrid: Espasa-Calpe, l980, 59).
Obras
citadas
Chukri, Mohamed. For Bread Alone. Translated by Paul Bowles. San Francisco:
City Lights Books, 1987.
---. Streetwise.
Translated by Ed. Emery.
London: Saqi Books, l996.
Jameson, Fredric. “Third-World
Literature in the Era of Multinational Capitalism.”
Social Text. No. 15 (1986): 65-88.
Montero Glez. Cuando la noche
obliga. Barcelona: El
cobre, 2003.
---. Sed de champán.
Madrid: Edhasa,
1999.
Morgado, Nuria. “Entrevista con Montero Glez,”
Tarifa, 2003 (Aún inédita).
Roundtree, Mary-Martin. “Paul Bowles: Translations from the Moghrebi.”
Twentieth Century
Literature. 32.3-4
(1986):388-401.
Tanoukhi, Nirvana. “Rewriting Political Commitment for an International
Canon:
Paul Bowle’s For Bread
Alone as Translation of Mohamed Choukri’s Al-Khubz Al-Hafi.” Research in African Literatures. Vol. 34, No. 2 Summer
2003: 127-144
Valle-Inclán, Ramón María del. Tirano
Banderas. Madrid: Espasa Calpe, 1980.